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Economía colombiana: entre amenazas de recesión a la economía campesina, inflación normativa y desem


Colombia transitó entre marzo y mayo de 2020, por más de 2 meses de aislamiento obligatorio ordenados y decretados bajo el contexto del estado excepcional de emergencia económica, social y ecológica del artículo 215 constitucional. Es así como en solo 74 días de cuarentena y aislamiento obligatorio, el gobierno nacional expidió 101 Decretos de distinta naturaleza, dentro de los cuales se destaca recientemente el Decreto 749 de 2020, que extiende el aislamiento preventivo hasta finales de Junio de 2020, y que deja la potestad a los alcaldes para ordenar la reapertura de los sectores productivos. En el caso de Bogotá, la Alcaldesa Claudia López amplío la cuarentena hasta el 15 de junio de 2020.


Lo anterior, unido a 43 excepciones para iniciar la dinámica productiva, ha generado confusión en la población y se prevé que por la entrada de nuevos sectores a la vida activa en materia económica, se pudiera estar generando un repunte de los contagios en el corto plazo. Sin embargo, la confusión se acrecienta cuando se observan actuaciones tomadas con base en las normas del estado de excepción de emergencia económica y social, que son fuertemente perjudiciales para el normal discurrir de la reactivación económica de los distintos sectores de la economía.


El 27 de mayo de 2020, el DANE reportó que el número de desocupados en el país llegó a 5.370.000, cifra que inmediatamente propulsa el indicador del desempleo al 19.8%, con el automático efecto de la dinamización de la pobreza, que podría estar subiendo unos 15 puntos, representado en cerca de 7 millones de Colombianos, según lo estima un reciente estudio de la Universidad de los Andes. Igualmente, el fenómeno del aumento exponencial del desempleo catapulta en el corto plazo el problema de reducción de la demanda agregada; pues, el aumento de los inventarios, que viene dejando el auto decretado paro económico, podría llegar a producir efectos deflacionarios en algunos sectores de la Economía, como lo son los de la industria manufacturera y el sector agrícola.


En esta ocasión trataremos el caso específico del sector agrícola; pues, al igual que en muchas otras decisiones de tipo económico que el gobierno nacional ha tomado para afrontar la pandemia, tendrá y en efecto viene presentando efectos nocivos para la Economía; debido a que, el contenido del Decreto 523 del 7 de abril de 2020 no es asertivo. En dicho decreto en la parte considerativa se tiene en cuenta como justificación nodal, la de garantizar la seguridad alimentaria del país y por ello se abren las compuertas por 3 meses para la importación de alimentos con cero arancel, especialmente de Estados Unidos. De la misma manera, observamos que la decisión no está fundamentada en sólidos y objetivos estudios sobre el tema; lo cual nos hace inferir que el Estado está actuando movido por la improvisación, la imprevisión y la falta de solidaridad con nuestra abandonada economía campesina; sometiéndola con el yugo arrasador del Decreto legislativo precedentemente referenciado, a la posible desaparición, de lo que aún queda de nuestro campesinado y de la agricultura tradicional.


En relación con lo anterior, bueno es recordar que los EE.UU. subsidian su producción agrícola y si a eso le sumamos que ahora ostentan cero aranceles, encontramos que los precios de los productos extranjeros se venden a un menor precio, lo cual perjudica la comercialización de cosechas de nuestra economía campesina en los mercados. Más que beneficiar a la producción nacional, esta normatividad permite que sean los importadores quienes se quedan con la rentabilidad, mientras que los medios masivos de comunicación, retratan el lamentable, triste y desolador panorama que viven miles de campesinos, quienes no tienen una opción diferente a la de botar la cosecha o dejarla perder. Esta situación se presenta al mismo tiempo que en algunas ciudades colombianas se comienza a manifestar con intensidad el panorama del hambre, y en otros países como España y Holanda, la gente hace largas colas para demandar alimentos gratuitos.


Con el debido respeto por las autoridades gubernamentales, tengo que señalar de manera perentoria, clara y meridiana, que en alto margen, el legislador extraordinario no le ha dado el manejo adecuado a la crisis de la pandemia desde la perspectiva económica. Lo anterior queda reflejado en las cifras; un crecimiento económico del 1,1% en el primer trimestre de 2020; 5.370.000 desocupados; el aumento de los indicadores de pobreza en un 15%. Si el Estado no toma decisiones oportunas y rápidas para apoyar realmente a la población civil y a los sectores productivos que tanto la necesitan, como lo ha hecho con el sector financiero, la amenaza de recesión con deflación puede materializarse con nefastas consecuencias.


El Ministro de Industria y Comercio tiene toda razón cuando expone que el país necesita más estructuralismo económico, y que en algunos casos requiere de sustitución de importaciones. Pues entonces, no hay momento más propicio que ¡AHORA!, para retomar el rumbo perdido, por el trasnochado y nefasto neoliberalismo que caracteriza la gestión del sistema de hacienda nacional, en el manejo de la presente crisis.


Lo anterior tiene su justificación en el hecho que, la presente crisis económica no obedece a una situación de mercado, sino a las consecuencias nefastas que las medidas de policía administrativa tomadas para controlar la propagación del virus respiratorio han generado en el sistema económico. Para superar los efectos devastadores del aislamiento obligatorio y la cuarentena es necesario que el Estado emprenda, con toda diligencia y oportunidad, una estrategia agresiva de intervención en la economía. Así mismo, reiteramos que estas señales características de la intervención del Estado en la economía, tienen más que ver con planteamientos agresivos y con propósitos de naturaleza Keynesiana y estructuralista, que los de raigambre neoliberal. Pues, por su misma filosofía, ideología y doctrina el Neoliberalismo solo permite un tibio actuar del Estado en la economía; y como decía el destacado doctrinante John Maynard Keynes; si no se actúa con oportunidad en el más mediato de los plazos, que en tiempos de crisis es ¡YA!; pues en el largo plazo todos estaremos muertos.


De otra parte, es preciso reiterar que el gobierno debe abandonar la tozudez de carácter pseudo-neoliberal y abrirse a propuestas consecuentes con la solución pronta y veraz de la crisis. En el caso al que hoy nos referimos, se debe recuperar el rumbo y ubicar la mirada en la naturaleza como brújula de desarrollo y no en la dependencia del consumo de bienes agrícolas importados. Pues, son cerca de 400.000 productores agrícolas colombianos que están al borde de la quiebra y se necesita con urgencia revertir el resultado presentado en el año 2019, que mantiene a Colombia importando 14 millones de toneladas de bienes agrícolas, en una economía que en grado sumo es productor de bienes alimenticios.


Finalmente, y dado todo lo anterior, es preciso solicitarle comedidamente al Gobierno Nacional y al Ministerio de Agricultura, que en vez de asignarle créditos de tan alto monto a la agroindustria a través de FINAGRO; mejor dirija la mirada a la economía campesina, que requiere de urgente apoyo para que no se pierdan las cosechas y seamos por fin lo que estamos llamados a ser, una de las mayores despensas alimentarias del mundo.


Henry Amorocho Moreno

Gerente general

Amorocho y Daza - Consultores en Gestión Estatal.


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